Hace algún tiempo, hablando de años, la Madre Tierra se vio abrumada por tanta maldad en el mundo que había creado. Los llamados Resabios (malos hábitos) se reproducían con más facilidad y estaban dominando a los humanos y estos a la vez lograban destruir las plantas, tierras, aguas, animales y entre ellos mismos a una velocidad inconcebible.
“¡Qué desilusión!” decía para sí la Madre Tierra. “¡Qué desastre!” “¡Tengo que hacer algo lo más pronto posible o nos dejaran a todos en la miseria!”

Buscó entre las creaciones sin terminar que había apartado en un lugar alejado y cogió un pedazo de tronco y trabajó en él para que hiciera la tarea urgente e indispensable que ayudaría a salvar a todos. Con delicadeza, la Madre Tierra le dio la habilidad de desenrollarse y desenrollarse cada vez que fuera necesario.
En el momento de estar desenrollado, el tronco mostraría en su interior un espejo enclaustrado con ojos y una pequeña boca para comunicarse.
En la parte superior de su lado izquierdo, contaría con una larga rama capaz de estirarse y regresar a su tamaño cuando lo necesitara y con la fuerza para sostener algo a alguien pesado. Su base, junto con un par de ramas en la parte inferior en cada lado del tronco le ayudaría a apoyarse y a adherirse con fuerza en cualquier superficie.
Estas ramas tenían muy pocas hojas, las cuales, solo el tronco podría arrancar y otorgarlas a quien él identificara como merecedor de su magia pues tendrían el poder de que un animal pudiera comunicarse con los humanos o viceversa a través de la mente, también de que ese animal o humano pudieran ver a los Resabios al tocar la hoja y tendrían el poder de ayudar a sanar emocionalmente a quien la cargara.

Pero lo más importante del espejo enclaustrado en el tronco, era que al desaparecer el par de ojos y la boca éste inyectaría empatía. Emitiendo un sonido y una luz tenue, calmante y capaz de mantener la atención total de animales y humanos que estuvieran frente a él.
Al atrapar la atención del ser humano, por ejemplo, podría crecer a lo alto y/o a lo ancho según su tamaño. Solo lo que estuviera frente a él podría ver el reflejo del espejo. A los pocos segundos, el espejo se llenaría de nubes oscuras y caería la imagen del ser reflejado en el espejo, después aparecería la acción en la que había aplicado un resabio mostrándolo como en el lugar del afectado para hacerle ver empatía; unos con mentiras, otros con envidia, otros con sus robos o sus abusos. Seguido de esto el espejo se llenaría de gotas por unos segundos y mostraría el momento doloroso que originó su resabio, esa herida emocional que hirió a la persona y que provocó que actuará de mala manera.
Por último, la imagen se opacaría y regresaría la boca del espejo para luego abrirse y preguntarle a quien se estuviera reflejando si elegiría seguir con su mal hábito o decidiría practicar virtudes.
Podría mostrarle el futuro de su vida con cada decisión: resabio y dolor o virtud y libertad.
Al terminar y antes de apagar su luz y sonido relajante le inyectaría empatía a la persona apuntando directo al corazón, sanando heridas emocionales. Luego se opacaría y se enrollaría hasta quedar de nuevo como un ligero tronco, dejando a la persona liberada de dolor emocional, tranquila, y dispuesta a corregir sus errores.
El espejo podría hacer su trabajo por horas a miles de personas reunidas en algún lugar de preferencia cerrado. Aunque ocuparía de recargar fuerzas por unos minutos a lo menos, mientras estuviera enrollado y tranquilo.

La Madre Tierra necesitaba un cómplice más, al buscar una solución observo muy de cerca a varios seres vivos que podrían ayudarle y entonces identificó a una buhita llamada Kamelin, el espejo Empatía enrollado lanzó una luz verde esmeralda comunicando a la Madre Tierra que ella era la elegida pues él se manejaba por el sentir.
Kamelin tenía las características que se necesitaban para la misión, se manejaba bajo virtudes como la verdad, el civismo, la humildad y el respeto. Aun así, tendría su propio proceso de sanación antes de comenzar su misión con el espejo Empatía y juntos apoyarían a la Madre Tierra debilitando a los resabios de las personas.
La buhita tomaría con sus garras al espejo Empatía, viajaría al lugar indicado y lo posaría para que éste hiciera su labor. Claro que Kamelin fue la primera en recibir una de aquellas hojas mágicas y así pudo aportar más en la labor.
—¡Sí! Ese es el plan —dijo para sí la Madre Tierra— juntos ayudaremos a los humanos a sanar sus heridas para que sean libres de dolor, yo estaré con ustedes, yo los ayudaré y con ello, tendremos todos un mejor futuro con salud y tranquilidad en lo físico y lo emocional.
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